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CUARTO EXCESO DE AMOR




INVOCACIÓN


Por intercesión de Nuestra Santísima Madre, Madre del Verdadero Dios por Quien se vive, Reina de la Divina Voluntad y Corredentora, Medianera y Abogada nuestra, y de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, la pequeña hija de la Divina Voluntad, pido aquí la Unción del Espíritu Santo para todos los que oramos las siguientes oraciones; para que nuestros corazones y nuestras inteligencias se abran de par en par a la Luz, Amor y Sabiduría Divina de Dios, y podamos llegar a vivir en la Plenitud de Vida en la Divina Voluntad que Él ha designado para cada uno de nosotros desde toda la Eternidad, para Su Gloria, y para la nuestra en la Suya. ¡AMEN!


Madre dulcísima, bien sé que llevas en tu seno al gracioso niñito Jesús; por Él es precisamente por lo que quiero venir a ti: Escóndeme en tu seno materno, une mi voluntad a la tuya y allí nos tendrás juntos a los dos. ¿No eres tú también mi Madre?... 

Madre Santa, déjame darle un beso a Jesús y luego a ti. Escondo en ti mi continuo “Te Amo, todos mis actos y todas mis penas de este día para rendirle un ardiente homenaje al Hijo de Dios. 

En este día tú me serás Madre. Dirige todos mis pensamientos a Jesús; con tu mirada fija en Jesús, guía las mías para mirar a Jesús; une mi lengua a la tuya y así resuene unida nuestra voz para orar, para hablar siempre de amor..., 

Jesús estará contento al escuchar en mi voz la voz de su Madre. Haz que mi corazón palpite en el tuyo; dirige mis afectos y mis deseos a Jesús; y mi voluntad encadenada a la tuya, forme una dulce cadena de amor y de reparación a su Corazón divino, para reconfortarlo por tantas penas y ofensas. 

Querida Madre, asísteme y guíame en todo; dirige mis manos a Jesús y no permitas que jamás yo me vaya a poner en una ocasión indigna con la cual pueda ofenderlo. 

Escucha, oh Madre, mientras yo esté en tu seno, tu tarea sea la de hacerme del todo semejante a Jesús. que todo lo hagamos en común para que ofreciéndole todos sus actos unidos a los míos pida que venga pronto el Reino de su Voluntad Divina.

 De ti todo lo espero; con tus manos me darás el alimento, el trabajo, las disposiciones de lo que debo hacer, y haz que permanezca unido a ti y a Jesús. Querida Madre mía, bendíceme. AMÉN 

Cuarto Exceso 
El amor operante, que le renueva desde el primer instante las penas de la pasión. 

"Hija mía, si tú quieres pasar de mi amor tan devorador a mi amor operante, me verás sumergido en un abismo sin fondo de sufrimientos. Considera que cada alma concebida en mí, me trajo el peso de sus pecados, de sus debilidades y de sus pasiones, y mi amor me impuso que tomara el paso de cada una, por lo cual, después de haber concebido en mí sus almas, concebí también sus penas y las satisfacciones que cada una de ellas debía dar a mi Padre Celestial; por eso no debe asombrarte que mi pasión fue concebida junto conmigo... 

¡Mira con atención en el seno de mi Madre y verás cuánto y cómo siento viva la crueldad de tantas penas! "Mirame bien en el seno de mi Mamá Celestial; oh, qué atormentada está mi pequeña Humanidad. Mira bien cómo mi pequeña cabecita está circundada por una corona de espinas que, ciñéndome fuertemente las sienes, me hace derramar ríos de lágrimas de mis ojos, y no puedo moverme para secarlas. Ah, muévete a compasión por Mi..." 

Y como si eso no bastase, me crucifican manos y pies, ya que me hacen satisfacer la divina justicia por ellos, que recorriendo toda senda perversa y cometiendo toda injusticia en el tráfico transitorio de la vida, se la pasan en toda clase de ganancias ilícitas; y en este estado no me es posible poder mover ni una mano, ni un dedo, ni un pie, y estoy siempre inmóvil, sea por la perenne crucifixión que sufro, sea por el espacio demasiado angosto en el que vivo, ¡y esta larga crucifixión la sufrí aún por nueve largos meses!

¿Sabes tú, hija mía, por qué la coronación de espinas, al igual que la crucifixión, se me renuevan en cada momento? Porque el género humano no deja de maquinar proyectos malvados y de realizar malas acciones, las cuales, tomando la forma de espinas y de clavos, con aquéllas me traspasan las sienes, y con éstos una y otra vez las manos y los pies.“ 

Sécame los ojos de tantas lágrimas, tú que tienes los brazos libres para poder hacerlo! Y estas espinas, hija mía, no son sino el trenzado cruel que me forman las criaturas con los pensamientos malos que se aglomeran en sus mentes. ¡Oh, con cuánta crueldad me hieren! ¡Oh, qué larga coronación de nueve meses! 

Y de esta manera, Jesús, en el afán y el dolor, seguía narrándome las penas, los dolores y los martirios que sufría en su pequeña humanidad, en el seno materno, lo cual dejo para no alargarme demasiado, y porque mi corazón no soporta el seguir narrando todo lo que Jesús bendito ha sufrido por nuestro amor. Por lo cual yo no sabía hacer otra cosa que abandonarme a un llanto sin freno; pero enseguida me sacudía de nuevo su voz, como un lamento en el corazón, diciéndome internamente: 

"Hija mía, ¡oh, cuánto quisiera abrazarte para corresponderte por el amor penante que sientes por mí...! Pero no puedo hacerlo todavía, pues como ves, estoy encerrado en este espacio que me obliga a la inmovilidad; quisiera venir a ti, pero no me es concedido, pues no puedo caminar por ahora. Hija de mi primer amor penante, ven muy a menudo a mí y abrázame, que después, cuando salga del seno materno, yo iré a ti y entonces te abrazaré y estaré contigo." 

¡Ah! si supieran las criaturas lo que hizo sufrir mi Voluntad Divina a mi Humanidad por amor de ellas, como por un potente imán quedarían llevadas a amarme, pero por ahora no pueden, porque tienen el gusto tosco y profanado por la voluntad humana y no gustarían los dulces frutos de las penas de la Voluntad Divina; mucho más, pues viviendo en lo bajo de la voluntad humana no comprenderían la altura, la potencia, la actitud, los bienes que contiene la Voluntad Divina. 

Pero llegará el tiempo cuando la Voluntad Suprema, haciéndose camino en medio de las criaturas y haciéndose comprender más, manifestará las penas que mi Voluntad eterna hizo sufrir a mi Humanidad. Por eso, cuando la luz de mi Voluntad corre en ti, déjate encuadrar por Ella a fin de que cumpla en ti su perfecto y pleno trabajo, y si no me ves frecuentemente, no te aflijas, son los eventos nuevos que se preparan y cosas imprevistas para el pobre mundo, pero la Luz de mi Voluntad no te faltará jamás.“
 Volumen 16, Marzo 13, 1924 

"Hija mía, ten siempre ante tu mente la luz de mi Pasión, porque al ver mis acerbísimas penas, las tuyas te parecerán pequeñas, y al considerar la causa por la que sufrí tantos dolores inmensos, que fue el pecado, los más pequeños defectos te parecerán graves. En cambio, si no te miras en Mí, las más pequeñas penas te parecerán pesadas y los defectos 
graves los tomarás como cosa de nada." 
Volumen 2, Septiembre 2 1899 

Mira hija mía con qué exceso de amor amé a la criatura, mi Divinidad fue celosa y no confió a las criaturas el trabajo de la Redención haciéndome sufrir la Pasión. La criatura se habría cansado y habría desfallecido; y no creas que este trabajo de mi Divinidad empezó tarde, por el contrario, empezó en cuanto fue cumplida mi concepción, desde el seno de mi Mamá, la cual muchas veces tenía conocimiento de mis penas y quedaba martirizada y sentía la muerte junto conmigo. 

Así que desde el seno materno mi Divinidad tomó el empeño de sacrificador amoroso, pero precisamente por amoroso más exigente e inflexible, tanto, que ni siquiera una espina fue dispensada a mi gimiente Humanidad, ni un clavo, pero no como las espinas, los clavos, los flagelos que sufrí en la Pasión que me dieron las criaturas, que no se multiplicaban, cuantos me ponían, tantos quedaban, en cambio los de mi Divinidad se multiplicaban por cada ofensa, así que tantas espinas por cuantos pensamientos malos, tantos clavos por cuantas obras indignas, tantos golpes por cuantos placeres, tantas penas por cuantas fueron las ofensas, por eso eran mares de penas, de espinas, de clavos, de golpes innumerables. 

Delante a la Pasión que me dio la Divinidad, la Pasión que me dieron las criaturas el último de mis días no fue otra cosa que sombra, imagen de lo que me hizo sufrir mi Divinidad en el curso de mi Vida; por eso amo tanto a las almas, son Vidas que me cuestan, son penas inconcebibles a mente creada, por eso entra dentro de mi Divinidad y mira y toca con la mano lo que sufrí." 
Volumen 12, Febrero 4, 1919 

Mi siempre amable Jesús me hacía ver como en acto su concepción en el seno de la Mamá Celestial. ¡Oh Dios, qué abismo de Amor! Y mi dulce Jesús me ha dicho: “Hija de mi Querer, ven a tomar parte en las primeras muertes y en las penas que sufrió mi pequeña Humanidad por parte de mi Divinidad en el acto de mi concepción. En cuanto fui concebido concebí junto conmigo todas las almas, pasadas, presentes y futuras, como mi propia Vida, y concebí al mismo tiempo las penas y las muertes que por cada una debía sufrir. 

Debía incorporar todo en Mí, almas, penas y muertes que cada una debía sufrir, para decir al Padre: ‘Padre mío, no verás más a la criatura, sino sólo a Mí, y en Mí encontrarás a todos y Yo daré satisfacción por todos. Cuantas penas quieras te las daré; quieres que sufra cada una de las muertes de cada uno, las sufriré, todo acepto con tal de que des vida a todos.

Por esto mi pequeña Humanidad, en cuanto fue concebida comenzó a sufrir alternativamente las penas y las muertes, y todas las almas nadaban en Mí como dentro de un vastísimo mar, formaban miembros de mis miembros, sangre de mi sangre, corazón de mi corazón. 

Cuántas veces mi Mamá, tomando el primer puesto en mi Humanidad, sentía mis penas y mis muertes y por esto moría junto conmigo. Cómo me era dulce encontrar en el amor de mi Mamá el eco del mío, son misterios profundos donde la inteligencia humana, no comprendiendo bien, parece que se pierde, por eso ven en mi Querer y toma parte en las muertes y en las penas que sufrí no apenas fue cumplida mi concepción, así podrás comprender mejor lo que te digo. Volumen 12, Marzo 18, 1919 

“Hija mía, mira el gran prodigio de la encarnación, en cuanto fui concebido y se formó mi Humanidad, así hacía renacer a todas las criaturas en Mí, así que en mi Humanidad, mientras renacían en Mí, sentía todos sus actos distintos: En la mente contenía cada pensamiento de criatura, buenos y malos, los buenos los confirmaba en el bien, los rodeaba con mi Gracia, los investía con mi Luz, a fin de que renaciendo de la santidad de mi mente, fueran dignos partos de mi inteligencia; los malos los reparaba, hacía la penitencia que les correspondía, multiplicaba mis pensamientos al infinito para dar al Padre la gloria por cada pensamiento de las criaturas.

 En mis miradas, en mis palabras, en mis manos, en mis pies y hasta en mi corazón, contenía las miradas, las palabras, las obras, los pasos, los corazones de cada uno, y renaciendo en Mí todo quedaba confirmado en la santidad de mi Humanidad, todo reparado, y por cada ofensa sufrí una pena especial. Y habiéndolos hecho renacer a todos en Mí, los llevé en Mí todo el tiempo de mi Vida. Volumen 13,Octubre 16, 1921 


VOLUNTAD HUMANA 
¡ Cuánto sufre mi Voluntad en la criatura!, basta decirte que cada vez que la criatura hace su voluntad, pone en la cruz a la mía, así que la cruz de mi Voluntad es el querer humano, pero no con tres clavos como Yo fui crucificado sobre la cruz, sino con tantos clavos por cuantas veces se opone a la mía, por cuantas veces no es reconocida, y mientras quiere hacer el bien es rechazada con los clavos de la ingratitud.

¡Cómo es desgarradora esta crucifixión de mi Voluntad en la criatura! Cuántas veces se siente poner los clavos a su respiro, a su latido, a su movimiento, porque no siendo conocida, y que Ella es vida del respiro, del latido y del movimiento, entonces el respiro, el latido y el movimiento humanos le sirven de clavos que le impiden desarrollar en ellos el bien que quiere.

 ¡Oh, cómo se siente poner en la cruz por el querer humano! En quien no vive en nuestra Voluntad nuestro estado es horrible, nuestra Vida queda como estrangulada, rota, dividida por la voluntad humana, sus actos no pueden servir para formar y hacer crecer nuestra Vida, más bien sirven para despedazarla, de modo que, dónde se ve un pie nuestro, donde una mano, donde un ojo.

Cómo nos da compasión vernos tan destrozados, porque solamente nuestra Voluntad es unidad, y donde Ella reina, de tantos actos forma uno solo para formar una sola Vida, en cambio la voluntad humana no hace otra cosa que actos separados entre ellos, que no tienen virtud de unirse, más bien ponen en pedazos nuestra Vida Divina en ellos.

No hay cosa más horrible, escena que haría llorar aun a las piedras, que ver en el alma que hace su voluntad el modo desgarrador como reduce nuestra Vida en ella, sus actos indignos que descienden del origen de su creación, disímiles de su Creador, forman el cuchillo para hacer pedazos nuestra Vida Divina. ¡Oh, cómo nos aflige! ... 
Volumen 36, Septiembre 11, 1938 

“TODO LO HE HECHO PARA TI, PERO QUIERO QUE RECONOZCAS A QUÉ EXCESOS HA LLEGADO MI AMOR.” 

“Hija mía bendita, el hacer conocer qué cosa hemos hecho para las criaturas, es para Nosotros como la correspondencia de todo lo que hemos hecho, ¿pero a quién podemos hacérselo conocer? A quien vive en nuestro Querer, porque Él da la capacidad para que nos puedan comprender, el oído para que nos escuchen, y lleva a la voluntad humana a querer lo que le queremos dar. 
Volumen 36, Diciembre 18, 1938 



Oh Madre Santísima, yo, (vuestro nombre...........), pobre e indigna pecadora, renuevo y ratifico hoy en tus manos, los votos de mi Bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus ostentaciones y maniobras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, a cargar mi cruz ante Él todos los días de mi vida, y a ser fiel a Él más que nunca lo he sido.

Oh Inmaculada Madre, en presencia de todas las Cortes Celestiales, te elijo en este día por Madre, Maestra y Reina. A Ti consagro TODO mi ser, TODA mi vida, mi voluntad, TODOS mis actos, TODA mi familia, y ABSOLUTAMENTE TODO, para que Tú hagas con ellos según tu Voluntad para la mayor Gloria de Dios.

Oh Madre dulcísima, heme aquí postrado a los pies de tu Trono. Soy tu pequeña hija y quiero darte TODO mi amor; quiero encerrar en tu Corazón Materno, mis penas, mis temores, mis debilidades y TODO mi ser.

Oh Santísima Madre, Reina y Madre de La Divina Voluntad, a Ti entrego mi voluntad para que Tú me la cambies por la Voluntad Divina. Átala Oh Madre junto con la Tuya a los pies del Trono Celestial, y dame la Voluntad Divina como CENTRO de mi vida. 

Revélame Oh Madre Su Vida. Te ruego que me mantengas siempre refugiado en tu Inmaculado Corazón y que suplas por todos mis actos, para que sean siempre hechos y vividos en el Divino Querer. 

Ayúdame Oh Madre a vivir en Su Plenitud. Haz descender el Espíritu Santo a mi alma para que queme todo lo que es humano, y con Su Soplo refrigerante impere sobre mí y me confirme en la Divina Voluntad.

Unido a Ti oh Santísima Madre, me ofrezco contigo a la Santísima Trinidad, para restituirles el honor y la gloria de toda la Creación que nosotros le habíamos quitado haciendo nuestra voluntad. 

Escucha Madre queridísima, para hacer más solemne la consagración de mi voluntad a Ti, llamo a la Trinidad Sacrosanta, a todos los Ángeles, a todos los Santos, y delante de todos prometo, y con juramento, hacer solemne consagración de mi voluntad, de toda mi vida y de todos mis actos a mi Madre Celestial.

Oh Madre Santísima, yo soy TOTUS TUUS y acepto y acojo tu sello en mí. He aquí a tu hijo, llévame a VIVIR en el Reino de la Divina Voluntad, y haz que ELLA sea siempre mi PRIMER ACTO, mi ALIMENTO, mi VIDA.

Oh Madre Santísima, en la Unidad de la Divina Voluntad, yo pido en unión Contigo, con Nuestro Señor Jesucristo, y con todos los Ángeles y Santos: "Oh Padre Eterno, VENGA TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO” ¡AMÉN!


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