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NOVENO EXCESO DE AMOR






INVOCACIÓN

Por intercesión de Nuestra Santísima Madre, Madre del Verdadero Dios por Quien se vive, Reina de la Divina Voluntad y Corredentora, Medianera y Abogada nuestra, y de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, la pequeña hija de la Divina Voluntad, pido aquí la Unción del Espíritu Santo para todos los que oren las siguientes oraciones; para que vuestros corazones y vuestras inteligencias se abran de par en par a la Luz, Amor y Sabiduría Divina de Dios, y puedan llegar a vivir en la Plenitud de Vida en la Divina Voluntad que Él ha designado para cada uno de nosotros desde toda la Eternidad, para Su Gloria, y para la nuestra en la Suya. ¡AMEN!


Madre dulcísima, bien sé que llevas en tu seno al gracioso niñito Jesús; por Él es precisamente por lo que quiero venir a ti: Escóndeme en tu seno materno, une mi voluntad a la tuya y allí nos tendrás juntos a los dos. ¿No eres tú también mi Madre?... Madre Santa, déjame darle un beso a Jesús y luego a ti. Escondo en ti mi continuo “Te Amo, todos mis actos y todas mis penas de este día para rendirle un ardiente homenaje al Hijo de Dios.

En este día tú me serás Madre. Dirige todos mis pensamientos a Jesús; con tu mirada fija en Jesús, guía las mías para mirar a Jesús; une mi lengua a la tuya y así resuene unida nuestra voz para orar, para hablar siempre de amor..., Jesús estará contento al escuchar en mi voz la voz de su Madre. 

Haz que mi corazón palpite en el tuyo; dirige mis afectos y mis deseos a Jesús; y mi voluntad encadenada a la tuya, forme una dulce cadena de amor y de reparación a su Corazón divino, para reconfortarlo por tantas penas y ofensas. Querida Madre, asísteme y guíame en todo; dirige mis manos a Jesús y no permitas que jamás yo me vaya a poner en una ocasión indigna con la cual pueda ofenderlo. 

Escucha, oh Madre, mientras yo esté en tu seno, tu tarea sea la de hacerme del todo semejante a Jesús. que todo lo hagamos en común para que ofreciéndole todos sus actos unidos a los míos pida que venga pronto el Reino de su Voluntad Divina. De ti todo lo espero; con tus manos me darás el alimento, el trabajo, las disposiciones de lo que debo hacer, y haz que permanezca unido a ti y a Jesús. Querida Madre mía, bendíceme. AMÉN 




Noveno Exceso 
Amor agonizante que quiere ser vencedor. 

"Mi estado actual, hija mía, se hace cada vez más doloroso. Si me amas, procura que tu mirada esté siempre fija en mí, para que puedas aprender bien todo lo que te he enseñado, con el fin de procurarle a tu Jesús algún alivio en medio tantas penas que sufre; aunque fuese solamente una palabra tuya de amor, una caricia o un beso afectuoso, a fin de que mi Corazón tenga el dulce contento de sentirse correspondido con amor, y le dé una tregua a mi amarguísimo llanto y a las duras aflicciones que sufro. Escucha, hija mía: después de haber dado al hombre tantas pruebas de amor, mediante los ocho anteriores excesos de mi amor, habría debido plegarse al contacto con mi verdadero y sublime amor; pero en vez de eso me paga tan mal que me hace así pasar a otro exceso de amor, que para mí será el más doloroso si no seré correspondido. 

Hasta ahora el hombre no se ha dado por vencido, y por eso, al octavo exceso de mi amor hago seguir el noveno, que consiste en las ansias más amorosas, en los suspiros más encendidos de amor por él, y en los deseos más ardientes de quererme desaprisionar del seno materno para correr tras él; y después de haberlo detenido en el borde del mal, anhelo abrazar y besar a este hombre ingrato a mi amor, para hacer que se enamore de mi BELLEZA, de mi VERDAD y de mis BIENES ETERNOS, de los cuales quiero a toda costa hacerlo eterno poseedor. Este inestimable designio mío, reduce a mi pequeña humanidad, aún no nacida, a una agonía tal, que me hace llegar al último suspiro de mi vida, que si no hubiera sido sostenida y socorrida por mi divinidad, que es inseparable de ella por la unión hipostática, ya a estas horas hubiera exhalado su último respiro. La divinidad, comunicándole continuamente la vida, la sostuvo en esta agonía de nueve meses, que habrían de decirse meses más de muerte que de vida. 

Este, hija mía, es el noveno exceso de mi amor, que no fue sino un continuo agonizar desde el primer instante en que mi divinidad entró en este seno materno, para tomar los despojos humanos y esconder en ellos la esencia misma de mi divinidad; pues si no, en vez de amor, infundiría temor a la criatura, que mi amor desea desposar. Pero, ¡ay, qué larga agonía no fue acaso para mí, la de esperar durante nueve largos meses a esta criatura! ¡Oh, cómo mi amor me sofoca y me reduce a un continuo morir! Te repito, hija mía, que si mi humanidad no hubiese recibido de la divinidad ayuda y fuerza para sostener el amor inmenso que enteramente me devora, se hubiera desdichadamente reducido a cenizas y consumido por el amor operante, que me ha hecho cargar con el peso enorme de las penas debidas por cada criatura, juntamente con las satisfacciones exigidas por la divina justicia y con el amor mendicante, gimiente y suplicante..., y ¿qué cosa? El corazón frío e insensible de las criaturas. 

Mi vida en el seno de mi Madre se ha hecho tan dolorosa, que ya no soy capaz de estar lejos de la criatura... Anhelo acercarla a toda costa a mi pecho, para hacerle sentir mis latidos encendidos de amor, para abrazarla con mi más tierno y entrañable afecto, para hacerla dueña de mis bienes eternos... Y has de saber que si yo no fuera confortado por ti en este momento, antes aún de que pudiese salir a la luz del día, me quedaría de hecho consumido por el exceso de este nuevo amor mío.

Mírame fijamente en el seno materno y mira como me he vuelto tan pálido; 
Escucha mi voz que se vuelve como la de un agonizante, cada vez más débil; siente el palpitar de mi Corazón, que tan acelerado en sus latidos, está ahora casi sin pulsaciones... 
Guárdate de separar la mirada de mí, obsérvame bien, yo siento que me estoy muriendo..., me estoy muriendo... ¡Sí..., me muero, y me muero de puro amor...!" 

Y mientras esto sucedía, también yo sentí que perdía la vida por amor a Jesús, y entre ambos se hizo un profundo silencio, un silencio sepulcral... Mi sangre se heló y se detuvo en mis venas, tanto que en mi pecho sentí que ya no me palpitaba el corazón; la respiración en mí cesó, y toda temblando me desplomé en la tierra. Y en aquél letargo mortal mi lengua balbucía... Todo mío, no te mueras, que yo siempre te amaré... Nunca, nunca más te dejaré, a costa de cualquier sacrificio... Pero dame siempre las llamas de tu amor, para poder amarte siempre más y consumirme cuanto antes toda tuya en amor por ti, mi sumo y eterno Bien.. 

"Entonces sí que puedo decir que me sentí más que muerta por amor a mi Jesús, el cual, ya nacido para esta vida nuestra de muerte, para hacer que nos sometiéramos primero a la muerte de nuestra voluntad y después a la verdadera vida y vida eterna, apenas me tocó me hizo volver del desvanecimiento en el que había caído, pronunciando estas maravillosas palabras "Hija mía, renacida para mi amor, correspóndeme en todo; y de igual modo en que me has hecho compañía con las nueve consideraciones sobre el exceso de mi amor a lo largo de la novena de mi Navidad, así continúa haciendo otras 24 consideraciones acerca de mi pasión y muerte de cruz, distribuyendolas en las 24 horas del día; en ellas comprenderás otros excesos más sublimes de mi amor, y me serás una continua consolación en las dolorosísimas penas que me vienen de parte de las criaturas; y en vida serás del todo amante de mi sepultura, y en muerte tendrás la mejor parte de mi gloria." 

“Hija mía, mi Voluntad está recibiendo continuas muertes por parte de las criaturas... 

Ella es Vida, y como vida quiere dar la vida de la luz, pero la criatura rechaza esta luz, y en efecto, no recibiéndola, esta luz muere para la criatura y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a esta luz. Mi Voluntad quiere hacer conocer los méritos, las virtudes que contiene, y la criatura rechaza este conocimiento, y mi Voluntad para la criatura, muere a este conocimiento y a los méritos y a las virtudes que contiene mi Querer, y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a las virtudes y méritos de mi Querer, y así si quiere dar amor y no es recibido, siente la muerte dada al amor; si quiere dar la santidad, la Gracia, siente darse por la criatura la muerte a la santidad y a la Gracia que quiere dar; así que es continua la muerte que siente al bien que quiere dar. Y además, ¿no sientes tú en ti la muerte continua que sufre mi Voluntad? Viviendo tú en Ella estás obligada, como connaturalmente, a tomar parte en estas muertes que sufre mi Voluntad y a vivir en un estado de continua agonía.“Volumen 17, Diciembre 1, 1924 

Hija mía, mi estado en el seno materno fue dolorosísimo, ... 
Mi pequeña Humanidad tenía el uso perfecto de razón y de sabiduría infinita, por lo tanto desde el primer instante de mi concepción comprendía todo mi estado doloroso, la oscuridad de la cárcel materna, no tenía ni siquiera un hueco por donde entrara un poco de luz. ¡Qué larga noche de nueve meses! La estrechez del lugar que me obligaba a una perfecta inmovilidad, siempre en silencio, no me era dado gemir ni sollozar para desahogar mi dolor, cuántas lágrimas no derramé en el sagrario del seno de mi Mamá sin hacer el mínimo movimiento, y esto era nada, mi pequeña Humanidad había tomado el empeño de morir tantas veces, para satisfacer a la Divina Justicia, por cuantas veces las criaturas habían hecho morir la Voluntad Divina en ellas, haciendo la gran afrenta de dar vida a la voluntad humana, haciendo morir en ellas una Voluntad Divina. ¡Oh! cómo me costaron estas muertes; morir y vivir, vivir y morir, fue para Mí la pena más desgarradora y continua, mucho más que mi Divinidad, si bien era conmigo una sola cosa e inseparable de Mí, al recibir de Mí estas satisfacciones se ponía en actitud de Justicia, Volumen 20, Diciembre 24, 1926 


Y si bien mi Humanidad era santa... también Yo sentía todo el peso de las satisfacciones que debía dar a este Sol Divino... 
Y la pena de la decaída humanidad que en Mí debía resurgir a costa de tantas muertes mías. Fue el rechazar la Voluntad Divina dando vida a la propia lo que formó la ruina de la humanidad decaída, y Yo debía tener en estado de muerte continua a mi Humanidad y voluntad humana, para hacer que la Voluntad Divina tuviera vida continua en Mí para extender ahí su reino. Desde que fui concebido, Yo pensaba y me ocupaba en extender el reino del Fiat Supremo en mi Humanidad, a costa de no dar vida a mi voluntad humana, para hacer resurgir a la humanidad decaída, a fin de que fundado en Mí este reino, preparase las gracias, las cosas necesarias, las penas, las satisfacciones que se necesitaban para hacerlo conocer y fundarlo en medio de las criaturas. Por eso todo lo que tú haces, lo que hago en ti para este reino, no es otra cosa que la continuación de lo que Yo hice desde que fui concebido en el seno de mi Mamá. Por eso si quieres que desenvuelva en ti el reino del Eterno Fiat, déjame libre y no des jamás vida a tu voluntad. 
Volumen 20, Diciembre 24, 1926 

Hija mía, las penas de mi Voluntad Divina son inenarrables e inconcebibles a la naturaleza humana. 
Ella está en todas las criaturas, pero está bajo la opresión de una tremenda y desgarradora agonía, porque en vez de darle el dominio para hacerla desarrollar su vida en ellas, la tienen reprimida sin darle libertad de obrar, de respirar, de latir. Así que la voluntad humana obra, respira libremente, late como quiere, y la mía está sólo para servirla, para contribuir a sus actos y estar dentro de esos actos agonizante, sofocada bajo el estertor de una agonía de largos siglos. Mi Voluntad se agita en la criatura bajo la opresión de una agonía desgarradora, y su agitarse son los remordimientos de conciencia, las desilusiones, los reveses, las cruces, el cansancio de la vida y todo lo que puede dar molestia a las pobres criaturas, porque es justo que teniendo ellas a una Voluntad Divina en la cruz y siempre bajo el estertor de la agonía, Ella con su agitarse las llame, no pudiendo hacer diversamente porque no tiene dominio, quién sabe si entrando en ellas mismas, al ver la infelicidad que les da su mala voluntad, puedan darle un poco de respiro y de tregua a su dolorosa agonía. Volumen 20, Noviembre 19, 1926 

Es tan dolorosa esta agonía de mi Voluntad, que mi Humanidad, que la quiso sufrir en el huerto de Getsemaní, 
llegó a buscar ayuda de mis mismos apóstoles, la que no obtuvo, y fue tanto el espasmo que sudé sangre viva y sintiéndome sucumbir bajo el peso enorme de una agonía tan larga y tremenda de mi Voluntad Divina, invoqué a mi Padre Celestial que me ayudara diciéndole: "Padre, si es posible pase de mí este cáliz.“ En todas las otras penas de mi Pasión, por cuán atroces, no dije nunca: "Si es posible pase esta pena"; es más, estando sobre la cruz grité "sitio", tengo sed de penas. En cambio, en esta pena de la agonía de la Voluntad Suprema sentí todo el peso de una agonía tan larga, todo el desgarro de una Voluntad Divina que agoniza, que se agita en las generaciones humanas. ¡Qué dolor! No hay dolor que pueda igualarlo. Ahora el Fiat Supremo quiere salir, está cansado y a cualquier costo quiere salir de esta agonía tan prolongada, y si tú oyes de flagelos, de ciudades derrumbadas, destrucciones, no son otra cosa que las fuertes sacudidas de su agonía, porque no pudiendo más, quiere hacer sentir a la familia humana su estado doloroso y cuán fuertemente se agita en ellas sin que ninguno le tenga compasión y haciendo violencia, con su agitación quiere hacer sentir que existe en ellas, pero que no quiere estar ya en agonía, quiere la libertad, el dominio, quiere desarrollar su Vida en ella Volumen 20, Noviembre 19, 1926 

¡Qué desorden hija mía en la sociedad, porque no reina mi Voluntad! 
Sus almas son como habitaciones sin orden, todo de cabeza, la peste es tan horrible, más que cadáver putrefacto, y mi Voluntad con su inmensidad que no le es dado retirarse ni siquiera de un latido de criatura, agoniza en medio a tantos males, y esto es en el orden general de todos, en el orden particular hay más aún, en los religiosos, en los clérigos, en quien se dice católico, mi Voluntad no sólo agoniza, sino que la tienen en estado de letargo, como si no tuviera vida. ¡Oh! cómo es más duro, porque en la agonía al menos me agito, tengo un desahogo, hago sentir que existo en ellos, aunque agonizante, pero en el estado de letargo está la total inmovilidad, el estado de muerte continuado y por eso se ven sólo las apariencias, los vestidos de vida religiosa, porque a mi Voluntad la tienen en letargo, y como la tienen en letargo su interior está adormecido, como si la luz, el bien, no fuera para ellos y si alguna cosa hacen al exterior, está vacía de Vida Divina y se resuelve en humo de vanagloria, de estima propia y de agradar a las otras criaturas, y mi Supremo Querer mientras está dentro queda fuera de su obrar. Volumen 20, Noviembre 19, 1926 

Hija mía, qué afrenta, cómo quisiera hacer sentir a todos mi tremenda agonía, el estertor continuado, el letargo en el cual ponen a mi Voluntad, 
la causa es porque quieren hacer su voluntad, no la mía, no la quieren hacer reinar, no la quieren conocer, y por eso quiere romper los diques con sus sacudidas, a fin de que si no la quieren conocer y recibir por vía de amor, la conozcan por vía de Justicia. Así que mi Voluntad, cansada de esta agonía de siglos quiere salir, y por eso prepara dos modos: El modo triunfante, que son sus conocimientos, sus prodigios y todo el bien que llevará el reino del Fiat Supremo, y el modo de Justicia para quien no la quiere conocer triunfante; por tanto estará en las criaturas escoger el modo como la quieran recibir. 
iVolumen 20, Noviembre 19, 1926




Oh Madre Santísima, yo, (vuestro nombre ...........), pobre e indigno(a) pecador(a), renuevo y ratifico hoy en tus manos, los votos de mi Bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus ostentaciones y maniobras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, a cargar mi cruz ante Él todos los días de mi vida, y a ser fiel a Él más que nunca lo he sido.

Oh Inmaculada Madre, en presencia de todas las Cortes Celestiales, te elijo en este día por Madre, Maestra y Reina. A Ti consagro TODO mi ser, TODA mi vida, mi voluntad, TODOS mis actos, TODA mi familia, y ABSOLUTAMENTE TODO, para que Tú hagas con ellos según tu Voluntad para la mayor Gloria de Dios.

Oh Madre dulcísima, heme aquí postrado a los pies de tu Trono. Soy tu pequeño hijo(a) y quiero darte TODO mi amor; quiero encerrar en tu Corazón Materno, mis penas, mis temores, mis debilidades y TODO mi ser.

Oh Santísima Madre, Reina y Madre de La Divina Voluntad, a Ti entrego mi voluntad para que Tú me la cambies por la Voluntad Divina. Átala Oh Madre junto con la Tuya a los pies del Trono Celestial, y dame la Voluntad Divina como CENTRO de mi vida. 

Revélame Oh Madre Su Vida. Te ruego que me mantengas siempre refugiado en tu Inmaculado Corazón y que suplas por todos mis actos, para que sean siempre hechos y vividos en el Divino Querer. 

Ayúdame Oh Madre a vivir en Su Plenitud. Haz descender el Espíritu Santo a mi alma para que queme todo lo que es humano, y con Su Soplo refrigerante impere sobre mí y me confirme en la Divina Voluntad.

Unido a Ti oh Santísima Madre, me ofrezco contigo a la Santísima Trinidad, para restituirles el honor y la gloria de toda la Creación que nosotros le habíamos quitado haciendo nuestra voluntad. 

Escucha Madre queridísima, para hacer más solemne la consagración de mi voluntad a Ti, llamo a la Trinidad Sacrosanta, a todos los Ángeles, a todos los Santos, y delante de todos prometo, y con juramento, hacer solemne consagración de mi voluntad, de toda mi vida y de todos mis actos a mi Madre Celestial.

Oh Madre Santísima, yo soy TOTUS TUUS y acepto y acojo tu sello en mí. He aquí a tu hijo, llévame a VIVIR en el Reino de la Divina Voluntad, y haz que ELLA sea siempre mi PRIMER ACTO, mi ALIMENTO, mi VIDA.

Oh Madre Santísima, en la Unidad de la Divina Voluntad, yo pido en unión Contigo, con Nuestro Señor Jesucristo, y con todos los Ángeles y Santos: "Oh Padre Eterno, VENGA TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO” ¡AMÉN!




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