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NOVENA DE NAVIDAD - CORTA



Los "nueve excesos" 
que llevaron a Jesús a encarnarse

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14) y el pensamiento se dirige de inmediato a la Navidad ya cercana, al deseo de vivir, siempre con emociones nuevas, el día en que Dios se ha hecho visible para los hombres, en la forma del Niño.

Sabemos muy bien que el Tiempo del Adviento es el momento de gracia para prepararnos espiritualmente al Evento, teniendo mucho cuidado de centrarnos en la concepción del Santo Niño, en Su Encarnación.

“Yo soy la servidora del Señor: que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1,38) es el Fiat de María, mujer “insignificante” a los ojos de sus contemporáneos, sin la cual la Santísima Trinidad no podría descender la Palabra y dar lugar a la Redención.

María, poseyendo la Voluntad Divina, había hallado gracia delante de Dios e iba a ser la casa perfecta para que se cumpliera el prodigio de la Encarnación: la Santísima Trinidad dejada de lado la Justicia y revestida con el manto de la Misericordia, volcó en Ella nuevo exceso de amor para formar en Su seno, a través del encuentro de los dos Fiat, a la criatura que tendría que salvar a la humanidad.

Luisa, desde los 17 años, se preparaba espiritualmente para la fiesta de la Navidad, contemplando y meditando, durante la Novena (del 16 al 24 de diciembre), justo en los excesos de Amor que llevaron a Jesús a encarnarse:

Ellos son el primer paso hacia el conocimiento del Reino de la Divina Voluntad. Contienen el amor y la gracia, ya que proceden directamente de la fuente de Su amor. Son llamas vivas de Su amor que se elevan para crear nuevo amor con el que vence a las criaturas.

Es, entonces, un Amor que se renueva y se multiplica cada vez que llena nuevos corazones.

Ellos constituyen el escriño que contiene todo el valor de la Encarnación: con ésta, Jesús llega para divinizar a la humanidad, para redimirla y, cargándose con todos los pecados desde Su concepción, llega para encarnar Su Divinidad en la Cruz, comenzando así Su larga Vía Crucis, que pero termina con el triunfo del Amor!

Luisa, entonces, recorría cada año todas las fases del misterio de la Encarnación, meditando y honrando los nueve meses en los que Jesús estaba en el vientre materno de María, en el orden siguiente que mencionamos brevemente:


Los "nueve excesos" que llevaron a Jesús a encarnarse

Exceso Primero, Amor Trinitario: El Ángel trae a María el anuncio que la Santísima Trinidad está enviando en la tierra al Hijo del Hombre, que obedece con prontitud a la Voluntad del Padre, y que Ella, con la acción del Espíritu Santo, es la depositaria de este misterio y los bienes que vendrán.

Exceso Segundo, Amor Humilde: Dios, grande e infinito, baja del Cielo y va a aprisionarse en el seno de una mujer. Permanecerá allí durante nueve meses, pero Su Divinidad permanecerá encarcelada en Su Humanidad, durante 33 años, y después en la Eucaristía.

Exceso Tercero, Amor Devorador: Llamas de Amor que se elevan para extenderse a todas las generaciones, desde el primero hasta el último hombre. Mares (de amor) sin límites en los que las almas pueden nadar libremente.

Exceso Cuarto, Amor Operante: Jesús apenas “concebido” acoge sobre sí mismo a todas las almas y el peso (pecados, ingratitudes, pasiones) de cada una. Así comenzó Su Pasión. Su cabecita ya percibe las picaduras de las espinas que coronarán Su cabeza y Su inmovilidad en el vientre materno anticipa su crucifixión.

Exceso Quinto, Amor Solitario: Dios obligado, a pesar de varios recordatorios, a estar solo. Querría hablar con cada alma para comunicarle y volcarle todo Su amor, pero por desgracia está silenciado. Bajó del Cielo para estar en Su compañía y muy pocas son las que aceptan Su llegada, que comparten Sus alegrías, Sus gemidos.

Exceso Sexto, Amor Reprimido: Apretado en la cárcel y en la oscuridad del vientre materno, Jesús no puede manifestar Su Amor, Su Luz. A Su alrededor, todo es oscuridad y los pecados de las criaturas añaden nueva oscuridad en la que está obligado a permanecer.

Exceso Séptimo, Amor Suplicante: La ingratitud del hombre es la espina más punzante para Dios, su Creador. Sin embargo, Su obstinación no contiene Su amor de crear nuevas salidas con actitudes implorantes.

Exceso Octavo, Amor Mendigo: Aunque las súplicas no disuadan la criatura para que ame a Dios, Él no deja de cuidar de ella y para vencerla pasa a un exceso mayor, pasa a pedir un poco de amor, a mendigar, justo como lo haría un pobre en la carretera.

Exceso Noveno, Amor Ganador: El Amor será finalmente victorioso. Incluso arriesgando esperar siglos, Dios permanece fiel a Sí mismo y seguirá asaetando corazones con los rayos de la dulzura y la ternura. Conquistará a la criatura y el Reino de Su Divina Voluntad triunfará.

Dejémonos, entonces, involucrar y, aprovechando una vez más de este tiempo propicio, dispongamonos a pronunciar con valor y fe nuestro Sí, exactamente como María con Su Fiat y Jesús con Su Aquí estoy, así que se realice el proyecto que el Padre Celestial tiene para cada uno de nosotros en particular y para la humanidad en general, conscientes de que todos estamos llamados a cumplir nuestro deber cristiano: anunciar el Reino de Dios para la salvación de las almas.

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

(del Evangelii Gaudium de Papa Francisco)

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