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LLAMAMIENTO DEL REY DIVINO AL REINO DE SU VOLUNTAD


LLAMAMIENTO DEL REY DIVINO
AL REINO DE SU VOLUNTAD

   Mis muy queridos y amados hijos:

          Vengo en medio de vosotros con el corazón ahogado en las llamas de mi Amor; vengo como Padre en medio de mis hijos, que tanto amo, y es tan grande mi Amor que vengo para quedarme con vosotros, para hacer vida juntos y vivir con una sola Voluntad, con un único Amor. Vengo con el cortejo de mis penas, de mi Sangre, de mis obras y de mi misma Muerte.

          Mirad: cada gota de mi Sangre, cada pena, mis obras todas, mis pasos, quieren a porfía daros mi Divina Voluntad; mi Muerte incluso quiere daros el resurgir de la Vida en Ella. En mi Humanidad os he preparado todo, y os he obtenido gracias, ayudas, luz, fuerza, para recibir Don tan grande; por mi parte he hecho todo, ahora espero vuestra parte. ¿Quién será tan ingrato que no quiera recibirme, que rehúse el Don que le llevo? Sabed que es tanto mi Amor, que no Me fijaré en vuestra vida pasada; vuestras mismas culpas y todos vuestros males los sepultaré en el océano de mi Amor, para así todo quemarlo, y empezaremos juntos la nueva Vida, toda de Voluntad mía. ¿Quién tendrá el valor de rechazarme y de echarme afuera, sin acoger mi visita, hasta este extremo paternal? Si me aceptáis, Me quedaré con vosotros, como Padre entre mis hijos, pero debemos estar con la máxima concordia y vivir con una sola Voluntad. ¡Oh, cuánto lo suspiro, con gemidos inenarrables, y llego hasta las lágrimas porque quiero que mis hijos queridos estén juntos conmigo y vivan de mi misma Voluntad.

          Son ya casi seis mil años de inacabables suspiros y de lágrimas amargas de mi Santísima Humanidad, con que reclamo y quiero a mis hijos en torno a Mí para hacerlos felices y santos; y hasta los llamo llorando... Quizá se muevan a compasión de mis lágrimas, de mi Amor, que llega hasta sofocarme y a hacerme dar en delirio, y entre sollozos y espasmos voy repitiendo: Hijos míos, hijos míos, ¿dónde estáis? ¿por qué no venís a vuestro Padre? ¿por qué andáis lejos de Mí, vagando pobres, llenos de todas las miserias? Vuestros males son heridas para mi Corazón; ya estoy cansado de esperaros, y ya que vosotros no venís, no pudiendo contener más el amor que me devora, vengo Yo a buscaros y os traigo el grande Don de mi Voluntad. ¡Ah, os ruego, os suplico, os conjuro a que me escuchéis, que os mováis a compasión por mis lágrimas, de mis suspiros ardientes!

          Y no sólo como Padre, sino que como Maestro vengo en medio de mis discípulos; pero quiero ser escuchado. Os enseñaré cosas sorprendentes, lecciones de Cielo, que os darán luz que nunca se apaga, amor que siempre arde; mis lecciones os darán fuerza divina, valor intrépido, Santidad que siempre crece; a cada paso os abrirá, el camino, y serán la que os conduzcan a la Patria Celestial.

          Vengo como Rey en medio de los pueblos, más no para exigir impuestos y tributos, no, no; vengo porque quiero vuestra voluntad, vuestras miserias, vuestras debilidades, todos vuestros males. Esta es mi Soberanía, precisamente: quiero todo lo que os hace infelices, inquietos, atormentados, para esconder todo y quemarlo con mi Amor; y Rey bueno, pacífico, generoso cual soy, quiero a cambio daros mi Voluntad, con el Amor más tierno, con mis riquezas y felicidad, con la más pura paz y alegría.

          Si me dais vuestra voluntad, todo estará hecho; Me haréis feliz y seréis felices. No anhelo otra cosa, que mi Voluntad reine entre vosotros. El cielo y la tierra os sonreirán; mi Madre Celestial será para con vosotros Madre y Reina; ya Ella, conociendo el gran bien que os traerá el Reino de mi Querer Supremo, para apagar mis ardientes deseos y hacer que no llore más, y amándoos como verdaderos hijos suyos, va en medio de las gentes, en las naciones, para disponerlas y preparar a los pueblos a recibir el dominio del Reino de mi Voluntad. Ella fue quien me preparó las gentes para hacerme descender del Cielo a la tierra, y a Ella le confío, a su Amor materno, que me disponga las almas y los pueblos a recibir Don tan grande.

          Así pues escuchadme; y os ruego, hijos míos, que leáis con atención estas páginas que os pongo ante vosotros, y sentiréis la necesidad de vivir de mi Voluntad. Yo me pondré a vuestro lado cuando leáis; os tocaré la mente, el corazón, a fin de que comprendáis y para que os decidáis a querer el Don de mi “FIAT” Divino.

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